Después de dejar el alma completamente aire
Después de dejar el alma completamente
aire,
andar sin asiento caminos labrados
en días de angustia, aparece la vida
pintada de amarillos, de horizontes;
el amor más tierno escoge definitivamente las manos,
las palabras crean vida propia cada instante
y desnudo es el hallazgo;
la vida nos trae la bienvenida azul definitiva,
el hombre camina solo,
atento al nuevo sonido del aire
sobre este mar de tierra;
cada instante cuenta en este mágico viaje
al otro lado de la vida,
y aparece el misterio del segundo
sin retorno.
andar sin asiento caminos labrados
en días de angustia, aparece la vida
pintada de amarillos, de horizontes;
el amor más tierno escoge definitivamente las manos,
las palabras crean vida propia cada instante
y desnudo es el hallazgo;
la vida nos trae la bienvenida azul definitiva,
el hombre camina solo,
atento al nuevo sonido del aire
sobre este mar de tierra;
cada instante cuenta en este mágico viaje
al otro lado de la vida,
y aparece el misterio del segundo
sin retorno.
Aunque aislado en tu universo de náufrago
Aunque aislado en tu universo de
náufrago
-ya
elegiste tu rincón-
con una cumplida indiferencia vives
lejos
del asedio quebradizo de las vanidades
-de la cresta de la
ola sobre todo-
sin perder el brillo vivaz en tus ojos.
Te preguntas
si encontrarás a quien explicarle
el desgarro interior de tus insomnios,
si comprenderás que tu último amor
ya ha caducado, que prolongarlo es
pudrirlo.
Traedme quietud
-dices-,
aprenderás a defenderte
de tantas compañías sin silencio
que de antemano sabes que te destruyen.
Traedme silencio
-susurras-,
vivirás dignamente,
lejos de toda lucha estéril
por lo que ya no te pertenece,
aprenderás a estar triste sin
humillarte,
ya no pasarás la vida rumiando tus
reiterados errores.
Traedme luz
-suplicas-,
vivirás sólo por gusto,
no malgastando tiempo en otra espera.
Y aunque arrastras una pena de orfandad
-es tu pánico
atroz-,
sabes que la muerte ya no es solución
para tu angustia.
Traedme quietud.
Traedme silencio.
Traedme luz.
Quisiera que aceptaras mis palabras
Quisiera que aceptaras mis palabras,
que comprendieras la inveterada búsqueda
de un refugio de vida en el amor a ti,
que aceptaras mi melancolía.
Atrás quedaron los sonoros entresijos
de la cruel inquilina hacedora de mi
vida
una posada de miserables, la soledad
impuesta.
Quisiera que aceptaras mi cansancio,
mi alma sin espejos,
la pasión con que defiendo
la patria inmortal de la memoria,
el temblor de mi corazón
al escribirte este poema sin ritmo.
Quisiera que aceptaras mi sed de luz,
que comprendieras mi naufragio en los
verbos,
mi súplica del horizonte de tus ojos
más allá de la angustia,
que aceptaras mi tristeza,
la crónica de tu ausencia,
ángel azul,
que pronunciaras
mi nombre entre la niebla.
Quisiera que aceptaras mi vida
lenta en el fuego, los recuerdos,
las eternidades, mi vida en la luz,
en la aurora, en la lluvia.
Quisiera que comprendieras
que estoy a los pies del abandono,
desgastado por el viento,
desprotegido ante el vacío.
Si aceptaras,
si comprendieras mis palabras,
de mi boca sería el fuego,
de mi alma, la palabra,
de mi vida, la victoria ante la muerte,
de mis noches, la luna.
Me preguntan ¿hijo?
y no encuentro la respuesta.
Bendecir quisiera
la luz de tu nombre,
ángel de aire, ángel azul,
ángel entreverado, ángel de luz,
envoltura de mis alas, lucero de mis
sueños.
¡Puéblame!
¡Enciéndeme!
¡Desnúdame!
¡Nómbrame,
aunque sea sin palabras!
Por la escalera de la muerte mis
andrajos:
hijo!!!
hijo!!
hijo!
amor a ti,
locura en ti,
soledad de ti,