Estos
días azules y este sol de la infancia.
Antonio Machado
Aunque
aislado en tu universo de náufrago
—ya elegiste tu rincón—
con
una cumplida indiferencia vives lejos
del
asedio quebradizo de las vanidades
—de la cresta de la ola sobre todo—
sin
perder el brillo vivaz de tus ojos.
Te
preguntas
si
encontrarás a quien explicarle
el
desgarro interior de tus insomnios,
si
comprenderás que tu último amor
ya
ha caducado, que prolongarlo es pudrirlo.
Traedme
silencio
—susurras—,
vivirás
dignamente
lejos
de toda lucha estéril,
aprenderás
a estar triste sin humillarte,
ya
no pasarás la vida rumiando tus reiterados errores.
Traedme
quietud
—dices—,
aprenderás
a defenderte
de
tantas compañías sin silencio
que
de antemano sabes que te destruyen.
Traedme
luz
—suplicas—,
vivirás sólo por
gusto
no
malgastando tiempo en otra espera.
Y
aunque arrastras una pena de orfandad
—es tu
pánico atroz—,
sabes
que la muerte ya no es solución
para
tu angustia.
(De Carmina Lucis, Alhulia, 2013)